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Cómo afecta el calor a tus medicamentos. Lo que necesitas saber este verano

  • Foto del escritor: Farmacia Isabel Rodríguez García
    Farmacia Isabel Rodríguez García
  • 29 jul
  • 5 Min. de lectura
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Con la llegada del verano y las altas temperaturas, es fundamental recordar que el calor no solo afecta a nuestro bienestar general, sinó que también puede influir directamente en la forma en que nuestro cuerpo responde a determinados medicamentos. Desde la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), se han emitido recomendaciones importantes para proteger nuestra salud durante los meses más calurosos, especialmente si estamos siguiendo algún tratamiento farmacológico.


El calor puede alterar tanto la forma en que los medicamentos actúan en nuestro organismo como su correcta conservación. La deshidratación, los cambios en la función renal, la reducción de la capacidad del cuerpo para regular su temperatura e incluso la degradación de ciertos fármacos por exposición al calor son sólo algunos de los factores que debemos tener en cuenta. En este sentido, es muy importante estar atentos a cómo nos sentimos durante los días más calurosos, especialmente si seguimos un tratamiento farmacológico.


Las personas mayores, los niños, los pacientes crónicos o quienes toman varios medicamentos de forma simultánea son especialmente vulnerables a estos efectos. También aquellas personas que tienen movilidad reducida o que no pueden cuidarse de forma autónoma. En muchos casos, son personas que no siempre expresan o identifican con claridad los primeros signos del agotamiento por calor, lo cual puede retrasar la atención médica y aumentar el riesgo.


Entre los medicamentos que requieren una atención especial durante el verano se encuentran los diuréticos, que favorecen la eliminación de líquidos y pueden provocar deshidratación si no se acompaña de una adecuada hidratación. También hay que tener precaución con algunos antihipertensivos, como los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) o los antagonistas del receptor de angiotensina II (ARA-II), ya que pueden alterar los niveles de electrolitos y la función renal.


Los antiinflamatorios no esteroideos (como el ibuprofeno o el naproxeno) utilizados con frecuencia para tratar el dolor o la inflamación también pueden comprometer la función renal en condiciones de deshidratación. Los psicofármacos (como algunos antidepresivos o antipsicóticos) pueden afectar la capacidad del cuerpo para regular su temperatura, lo que incrementa el riesgo de golpe de calor. Incluso algunos medicamentos para el corazón, como los beta-bloqueadores o ciertos antiarrítmicos, pueden interferir con la respuesta del organismo al calor.Además del tipo de medicamento, es fundamental prestar atención a su conservación. Las altas temperaturas pueden alterar su composición, reduciendo su eficacia o provocando que dejen de ser seguros para su uso. Algunos medicamentos requieren mantenerse en nevera, entre 2 °C y 8 °C. Otros, aunque no necesiten refrigeración, no deben almacenarse por encima de los 25 °C o 30 °C. Dejar un medicamento en el coche durante una tarde de verano puede ser suficiente para deteriorarlo.


Por eso, es recomendable mantener siempre los medicamentos en su envase original, guardarlos en un lugar fresco y seco, alejado de la luz directa y de fuentes de calor y no almacenarlos en lugares como la cocina o el baño. Si vamos a viajar debemos planificar cómo transportarlos correctamente, sobre todo si requieren frío. Las bolsas térmicas o las neveras portátiles con acumuladores de frío son grandes aliadas para evitar que se estropeen durante los desplazamientos.


Más allá de la conservación, hay una serie de medidas de prevención que toda persona en tratamiento debería adoptar en los meses más calurosos:


  • Mantener una hidratación constante, incluso aunque no se tenga sed, es esencial. El agua debe ser la principal fuente de hidratación, evitando en la medida de lo posible el exceso de café, alcohol o refrescos azucarados, que pueden contribuir a la deshidratación.


  • Evitar la exposición al sol en las horas centrales del día, utilizar ropa ligera y transpirable, protegerse con sombreros o gorras, y permanecer en espacios frescos y bien ventilados. Si se presentan síntomas como debilidad, dolor de cabeza, náuseas, sudoración excesiva o confusión, es fundamental actuar de inmediato. Podría tratarse de un síndrome de agotamiento por calor o incluso de un golpe de calor, especialmente peligroso en personas mayores o con enfermedades crónicas.


Una cuestión que a menudo se pasa por alto es que los efectos del calor no solo dependen del tipo de medicamento sinó también del estado de salud general de cada persona. Por ejemplo, una persona con insuficiencia renal puede verse afectada de forma distinta por el mismo medicamento que otra con función renal normal. Esto significa que las recomendaciones deben adaptarse a cada situación individual.


Además, hay que tener en cuenta que algunos medicamentos como algunos antibióticos, antiinflamatorios y tratamientos para el acné entre otros, pueden producir fotosensibilidad, es decir, una mayor sensibilidad de la piel a la luz solar. Esto puede traducirse en quemaduras o reacciones cutáneas más intensas al exponerse al sol. Por ello, en verano conviene extremar el uso de protector solar y evitar la exposición prolongada al sol si estamos tomando alguno de estos fármacos.


Otro aspecto importante es la adherencia al tratamiento. Durante las vacaciones es más fácil romper con la rutina diaria, olvidarse de tomar una dosis o modificar los horarios. Sin embargo, es fundamental seguir las pautas establecidas por el médico, incluso cuando estamos fuera de casa o en un entorno diferente al habitual.


En la farmacia, podemos ayudarte con recomendaciones prácticas para organizar la medicación durante un viaje, como usar pastilleros semanales, alarmas en el móvil, etc.


No debemos olvidar tampoco que, en algunos casos, el calor puede aumentar el riesgo de interacciones entre medicamentos o entre medicamentos y otros productos, como plantas medicinales o suplementos alimenticios. Siempre que vayas a incorporar un nuevo producto a tu rutina, especialmente en verano, consulta con tu farmacéutico para asegurarte de que no interfiera con tu tratamiento habitual.


Desde la farmacia, también podemos ofrecer consejos sobre hidratación y nutrición durante el verano, que son claves para quienes toman ciertos fármacos. Por ejemplo, algunos medicamentos pueden reducir el apetito, aumentar la sudoración o interferir con la absorción de nutrientes. Una dieta rica en frutas, verduras frescas, legumbres y alimentos con buen contenido en agua ayuda a sobrellevar mejor el calor y favorece el buen funcionamiento del organismo y de los tratamientos médicos


Ante cualquier duda sobre un tratamiento, lo más adecuado es consultar con un profesional sanitario. En la farmacia podemos ayudarte a revisar tu medicación, aconsejarte sobre cómo conservarla en verano, y orientarte si detectas síntomas que puedan estar relacionados con el calor o con los efectos secundarios de algún fármaco.


En definitiva, el cuidado de la salud en verano es una tarea integral que va más allá de protegerse del sol o hidratarse bien. Implica también revisar cómo interactúan nuestros tratamientos con las condiciones climáticas, estar atentos a los posibles efectos adversos y no bajar la guardia en cuanto al cumplimiento de la medicación. La farmacia es un punto de apoyo cercano, accesible y profesional donde resolver dudas, prevenir riesgos y mantener la salud bajo control incluso cuando el calor aprieta.


Recuerda: un verano seguro también empieza por cuidar de tu tratamiento. No dudes en acudir a nosotros si tienes preguntas, necesitas adaptar tus medicamentos para las vacaciones o quieres saber más sobre cómo proteger tu salud cuando suben las temperaturas.

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